sábado, 15 de agosto de 2015

Y EL VERBO SE HIZO CARNE, Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS


Oh gran misterio Divino, que por el inmenso amor y misericordia de Dios, ofreció a su su Hijo Único para llevar a cabo el plan de salvación de la humanidad, quién existe junto a su Padre desde el principio y por quién todo existe, y que se encarnó por obra del Espíritu Santo en María Santísima, la Bienaventurada, haciéndose así, una sola carne con ella, para ser verdadero Dios y verdadero hombre.
Oh, bendito sea Jesús, Rey del Universo, Señor de Señores, el Amor de los Amores, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, Glorias y Alabanzas para Él eternamente en el cielo y en la tierra.
No hay mayor demostración de humildad y de amor de Dios por la humanidad, que la encarnación del verbo, porque siendo Jesús Él mas grande quiso compartir con nosotros nuestra humanidad y a través de su muerte y resurrección nos hizo partícipes de su Divinidad y de su Gloria.
Jesús decidió venir al mundo dentro de una familia humilde , nació en un pesebre, vivió una vida modesta, eligió a los mas sencillos para que fueran sus Discípulos, salió a rescatar a la oveja perdida, transmitió su palabra a todos sin discriminación y tuvo misericordia del pecador.
Como lo expresa San Juan al comienzo de su evangelio: " El verbo se hizo carne y habitó en entre nosotros y muchos fueron testigo de su amor y de su gloria, la que le corresponde al Hijo Único cuando su Padre lo glorifica, en Él está la plenitud de la gracia y la verdad". (Jn 1,14). Por medio de su sufrimiento en la cruz, muerte y resurrección, reconcilió a la humanidad con Dios y nos abrió las puertas del cielo, para que todo el que crea en Él no muera sino que tenga vida eterna.
Gracias Jesús por tu infinito amor y misericordia, gracias por asumir nuestra humanidad y asumirnos en tu Divinidad, gracias por quedarte junto a nosotros a través de cada Eucaristía y permitirnos ser una sola carne contigo a través de ti, por ti y en ti, y también con con todas las almas en gracia de Dios, gracias por permitirnos ser una sola unidad contigo así como el Padre y tú son uno solo.


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