El Señor Jesús, en su infinito amor por nosotros, murió en la Cruz, entregando su propia vida para que nosotros pudiésemos participar de la vida divina. Mediante su sacrificio generoso, venció la muerte. Pero eso no es todo. Además de haber muerto, resucitado y ascendido al cielo, el Señor Jesús no nos deja solos. Él mismo nos prometió que estaría con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”, lo que ha querido hacer no sólo de una manera espiritual, sino que también ha querido acompañarnos mediante su presencia real en medio de nosotros, bajo la apariencia de pan y de vino, en el sacramento de la Eucaristía.
“Al participar en la Eucaristía te unes a la Pasión de Cristo. Al alimentarte con Él, su Cuerpo y su Sangre te dan vida verdadera”
En la Santa Misa, por medio de la consagración, el sacerdote convierte el pan y el vino ofrecido en el altar, en cuerpo y sangre de Cristo. De esta manera se renueva en el altar el Sacrificio de Jesús en el Calvario. Por esto, la Eucaristía es llamada “memorial” del Sacrificio Redentor. No es otro sacrificio distinto del sacrificio de la Cruz. El mismo Jesús se entrega por nosotros en él. Así, el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual.
Misterio de misterios, la Eucaristía es un auténtico don del amor de Dios por nosotros. El Señor Jesús, en la muestra más grande del amor del Padre, se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres… y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte, y muerte de Cruz, obteniendo para nosotros la reconciliación definitiva. Pero, aunque en el misterio de la Anunciación- Encarnación, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesucristo, la obra de la reconciliación, se realizó una vez y para siempre, el mismo Señor Jesús quiso dejarnos en el misterio eucarístico el memorial de su sacrificio reconciliador. Cada vez que se celebra la Eucaristía, se re-actualiza el mismo sacrificio del Hijo de Dios como Cordero Inmaculado. En cada Eucaristía, el Señor Jesús sigue despojándose de sí mismo para tomar la apariencia de Pan y Vino, y ofrecerse nuevamente al Padre por nosotros.
¿Eres realmente consciente de la importancia vital que tiene la Eucaristía en tu vida?

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